Según se extrae de un capítulo del libro: “Homeopatía” de Tomás P. Paschero, en su capítulo “La búsqueda del Similimum”: El diagnóstico del similimum, medicamento que cubre las características esenciales del enfermo y que pondrá en marcha la reacción vital curativa del organismo, exige una clara visión filosófica del problema del hombre y la enfermedad.

...El estigma sifilítico, tuberculínico o sicótico pervierte y destruye al individuo en su instintividad, lo que a su vez determina el conflicto psíquico que interfiere la vida vegetativa, cuya disfunción prolongada provoca la estructuración de la lesión patológica.

El similimum de un enfermo es el medicamento cuyo diagnóstico asienta sobre los signos psíquicos mentales y neurovegetativos de orden local y particular, que expresan la totalidad del individuo como entidad alma-cuerpo inseparable.

Por otra parte, el medicamento homeopático no está enderezado a corregir a una disfunción orgánica, a un mecanismo fisicoquímico humoral o una determinada afección disendócrina, sino a satisfacer una susceptibilidad mórbida que estimula y rectifica la fuerza vital para la recuperación del equilibrio psicosomático del organismo, es decir, la función normal del individuo como persona, como decía Hahnemann, para que pueda cumplir los altos fines de su existencia que no son sino el desarrollo de su capacidad para la trascendencia o como postula la psicología profunda, para la maduración de la personalidad....

Han pasado muchos años de práctica médica, donde la búsqueda y el encuentro con el similimum ha sido un fracaso en la gran mayoría de las veces...

Porque no hay una vuelta a un equilibrio de todos las partes, ya que nunca lo hubo. Vivimos en un desequilibrio con un constante camino de búsqueda hacia el equilibrio, con o sin medicación.

Así como percibimos un cuadro gripal, en el cual con 3 días de reposo nos recuperamos, intuimos también cuando es necesaria la ayuda del médico y de sus glóbulos milagrosos.

Luego de tratar enfermos con una meningitis, neumonía o angina pultácea sin antibióticos, comprendo la fuerza o energía curativa del accionar médico, aunque no lleve a un equilibrio del cuerpo todo, aunque se puedan ver cambios de actitud, de pensamiento, de maneras de sentir junto a un cambio físico, pero de ahí a la idea utópica del similimum, hay mucho por recorrer.

Todo dependerá del grado de desequilibrio, de supresiones y de ciertos factores genéticos, hereditarios, culturales o de medio ambiente. No aceptar esto, es decir que se pueden dominar los huracanes, terremotos o cualquier expresión de la naturaleza, a la que nosotros en una proporción menor no escapamos. Solo podemos acompañar al síntoma de cerca, atesorar la experiencia de nuestros maestros, una escucha permanente ante la expresión del paciente y su sufrimiento.

Analizar sus sueños y lo que nos dice, con lo que “no” nos dice, ver ambas caras de la misma moneda... ver el Todo.

Al paciente le cuesta entender la idea del similimum, le interesa la desaparición del síntoma que no le permite cumplir con su presente y el futuro proyectado. Quiere seguir en su trabajo, estudio o su vida, “Time is Money”...

Salvo a aquel que lo persigue un pasado con mucha carga, que no le permite la expresión plena de su ser, busca despojarse del sufrir. En el primer caso cualquier terapéutica supresora o no, lo conforma. En el segundo, se impone la Psicohomeopatía, que interpreta cabalmente al enfermo dando pie a que se lo estudie en todas sus facetas, su vínculo con el macrocosmos y relacionarlo con su microcosmos, escrutar en su inconciente en busca de su “arquetipo” o núcleo miasmático heredado o adquirido, como así también los bloqueos por distintos motivos, como para trabajar sobre él conjuntamente con el mejor medicamento similar que lo ayude a encontrar su mejor camino como individuo y tratar de alcanzar los más altos fines existenciales, logro éste entre el homeópata-paciente y el medicamento supuestamente similimum o no.

Dr. Guillermo E. Tesone

gtesone@bigfoot.com